
Accidentes cerebrovasculares
¿Qué son los accidentes cerebrovasculares?
Un accidente cerebrovascular (ACV), también conocido como derrame cerebral, ocurre cuando el suministro de sangre a una parte del cerebro se interrumpe o se reduce. Cuando esto sucede, las células cerebrales no reciben el oxígeno y los nutrientes que necesitan para funcionar. Como resultado, las células cerebrales comienzan a morir en cuestión de minutos. Los ACV pueden causar daños permanentes en el cerebro, discapacidad o incluso la muerte.
Tipos de ACV
Existen tres tipos principales de ACV:
ACV isquémico: Es el tipo más común y representa alrededor del 87% de los casos. Ocurre cuando un coágulo de sangre o una placa de grasa (ateroma) bloquea un vaso sanguíneo que lleva sangre al cerebro. Los ACV isquémicos se dividen en dos subtipos:
ACV trombótico: Un coágulo de sangre se forma en una arteria que ya está estrechada debido a la aterosclerosis (acumulación de placa en las paredes de las arterias).
ACV embólico: Un coágulo de sangre o un fragmento de placa se desprende de otra parte del cuerpo (generalmente el corazón o las arterias carótidas del cuello) y viaja a través del torrente sanguíneo hasta el cerebro, donde se aloja en un vaso sanguíneo más pequeño.
ACV hemorrágico: Ocurre cuando un vaso sanguíneo en el cerebro se rompe y sangra. Este sangrado crea presión sobre el tejido cerebral circundante, dañando las células. Los ACV hemorrágicos se dividen en dos subtipos:
Hemorragia intracerebral: El sangrado ocurre dentro del tejido cerebral.
Hemorragia subaracnoidea: El sangrado ocurre en el espacio entre el cerebro y las membranas que lo cubren.
Ataque isquémico transitorio (AIT): A menudo llamado "mini derrame cerebral", un AIT es un episodio breve de síntomas similares a los de un ACV. Ocurre cuando el flujo de sangre a una parte del cerebro se interrumpe temporalmente, generalmente por un coágulo. A diferencia de un ACV, el flujo de sangre se restablece por sí solo y el AIT no causa daño cerebral permanente. Sin embargo, un AIT es una señal de advertencia importante de que se podría tener un ACV en el futuro.
Consecuencias de los ACV
Las consecuencias de un ACV varían mucho según el tipo de ACV, la ubicación y la extensión del daño cerebral. Algunas de las consecuencias más comunes incluyen:
- Parálisis o debilidad muscular: A menudo afecta un lado del cuerpo (hemiplejía).
- Problemas de habla y lenguaje (afasia): Dificultad para hablar, entender el lenguaje, leer o escribir.
- Problemas de deglución (disfagia): Dificultad para tragar alimentos y líquidos.
- Problemas de visión: Visión borrosa, doble o pérdida de visión en un ojo.
- Problemas cognitivos: Dificultades con la memoria, el razonamiento, la atención o la resolución de problemas.
- Cambios emocionales y de comportamiento: Depresión, ansiedad, irritabilidad o cambios de personalidad.
- Dolor crónico: Puede manifestarse como entumecimiento, hormigueo o dolor en las extremidades.
- Fatiga extrema.
Diagnóstico de ACV
El diagnóstico de un ACV debe hacerse lo más rápido posible para que el tratamiento sea efectivo. Los médicos utilizan una combinación de evaluaciones clínicas y pruebas de imagen para confirmar un ACV. El proceso de diagnóstico suele incluir:
Evaluación de los síntomas y la historia clínica: El médico preguntará sobre los síntomas, cuándo comenzaron y si el paciente tiene factores de riesgo de ACV (como hipertensión, diabetes o enfermedades cardíacas). Se puede usar una escala de evaluación (como la Escala de Ictus de los Institutos Nacionales de Salud, NIHSS) para evaluar la gravedad de los síntomas.
Examen físico y neurológico: Se evaluarán los reflejos, la fuerza muscular, el equilibrio, la coordinación, la visión y la capacidad del habla.
Pruebas de imagen: Son cruciales para determinar el tipo de ACV. Las más comunes son:
Tomografía computarizada (TC): Es la prueba de imagen inicial más utilizada. Puede detectar ACV hemorrágicos rápidamente.
Resonancia magnética (RM): Ofrece imágenes más detalladas del cerebro y puede detectar ACV isquémicos con mayor precisión.
Angiografía por TC o RM: Proporciona imágenes de los vasos sanguíneos para identificar bloqueos o anomalías.
Tratamientos y terapias
El tratamiento para un ACV depende del tipo de accidente cerebrovascular, la gravedad y el tiempo transcurrido desde el inicio de los síntomas.
Tratamientos agudos (inmediatamente después del ACV):
Para ACV isquémico:
Medicamentos trombolíticos (como el activador tisular del plasminógeno, t-PA): Se administran para disolver el coágulo que causa el bloqueo. Este tratamiento es más efectivo si se administra dentro de las primeras horas después del inicio de los síntomas.
Trombectomía mecánica: Es un procedimiento en el que un neurólogo intervencionista utiliza un catéter para extraer el coágulo del vaso sanguíneo.
Para ACV hemorrágico:
Medicamentos: Para controlar la presión arterial alta, que a menudo agrava la hemorragia.
Cirugía: Puede ser necesaria para extirpar la sangre del cerebro, reparar un vaso sanguíneo roto o reducir la presión intracraneal.
Terapias de rehabilitación:
Después de estabilizar al paciente, el objetivo es la rehabilitación para recuperar las habilidades perdidas y adaptarse a las nuevas limitaciones. Los programas de rehabilitación suelen ser multidisciplinarios e incluyen:
Fisioterapia: Para mejorar la fuerza, el equilibrio, la coordinación y la movilidad.
Terapia ocupacional: Para ayudar a los pacientes a recuperar las habilidades necesarias para las actividades de la vida diaria, como vestirse, bañarse y comer.
Terapia del habla y del lenguaje: Para tratar la afasia y la disfagia.
Psicología o terapia ocupacional: Para abordar los problemas emocionales y cognitivos que pueden surgir.